Imaginemos que las personas en nuestro cerebro tenemos una cámara que va «grabando» todo lo que ve o experimenta. Esta metáfora nos dice que cada persona tiene un «tipo de cámara» con sus correspondientes «objetivos» para visualizar y percibir la realidad. Lo que significa que no hay una percepción ABSOLUTAMENTE VERDADERA de la realidad, es decir, está influida por nuestras características perceptivas (temperamento, experiencias, educación y creencias).
Ahora bien, considerar que mí idea de la vida, de lo que hay que hacer, de cómo hay que comportarse, de cómo hay que ser es una VERDAD ABSOLUTA, hará que pensemos y nos comportemos de una manera RÍGIDA, centrándonos en OBLIGACIONES ABSOLUTAS y desarrollando un PENSAMIENTO EXTREMO: «sí no consigo esto no valgo para nada», «sí no me comporto de esta manera soy inútil», «sí los demás se comportan de manera inadecuada son indeseables … «
La rigidez mental sumerge a la persona en una dinámica de obligaciones comportamentales y emocionales, que se autoexíge y que probablemente tienda a exígír a los otros. Esto puede llevar a experimentar una tendencia de preocupación constante, una desconexión de uno mismo por hacer «lo que es debido», una pauta de juicio constante hacía el otro y hacía mí, que podría llevarme a desarrollar síntomas de ansiedad más o menos constantes e intensos y/o ataques de IRA.
Juzgamos el comportamiento de los otros, a la ligera como si yo no fuera humano y no cometiera errores, poniendo etiquetas, exigiendo adecuación en todo momento, como si NOSOTROS fuéramos perfectos y no cometiéramos errores. Ocurre que podríamos solo ver el mal comportamiento en los otros, y no comprendemos que NOSOTROS también cometemos errores y tenemos comportamientos incongruentes y a veces inadecuados.
Una buena forma de gestionar esto es intentar COMPRENDER, que los demás no siempre se TIENEN que ajustar a mi escala de valores. Flexibiliza tu «cámara de vídeo», no es posible tener un comportamiento ejemplar siempre, no es posible que los demás lo tengan; si te hace mucho daño ya que es muy frecuente y hay posibilidad de mejorar, háblale, si no es dañino compréndelo y si a pesar de intentar hablarlo tras un daño frecuente no hay responsabilidad de cambio, toma medidas.