autoestima sana, habilidades sociales, miedo al rechazo, asertividad

MIEDO JUSTIFICADO A DECIR NO

Probablemente por motivos educativos, hayamos interiorizado algo así como: “para que nos quieran, es necesario complacer de manera frecuente al otro”. Si esta idea, en nuestra adaptación al medio y a las relaciones, la usamos (de forma inconsciente) de manera extrema, es probable que no nos permita dar valor a nuestros deseos y derechos personales.

 

Una solución sencilla para evitar sintomatología de ansiedad y/o depresiva, sería llevar a cabo un aprendizaje para decir no y hacer saber al otro, que al igual que cualquier ser humano, nosotros también somos importantes, al mismo nivel.

 

En la práctica, en muchísimas ocasiones, esta “solución sencilla”, no es tan fácil de llevar a cabo o, mejor dicho, en ocasiones hay baja probabilidad de éxito, ya que, cuando negamos a alguien algo, podría no tomárselo muy bien, con lo cual, se produciría un rechazo hacía nosotros, por no tener el comportamiento esperado por el otro o más frecuente.

 

Ahora bien:

 

 ¿creéis que esta forma de actuación es justa?

 

¿creéis que el valor de otro, está por encima del mío?

 

¿creéis que se puede mantener una relación equilibrada o recíproca, cuando no se tiene en cuenta el bienestar de una parte y se prioriza el de la otra?

 

Es bastante poco probable, mantener relaciones sanas y que aporten bienestar, si no se tiene en cuenta, lo que es importante para el otro, o solo se tiene en cuenta una parte.

 

Suele ocurrir, que cuando negamos algo a alguien, porque no nos apetece, nos hemos cansado (ya que el comportamiento es bastante frecuente), se de un rechazo y se deteriore la relación, en otras ocasiones suele ocurrir, lo contrario, dependiendo del grado de empatía de la otra persona y de la capacidad de autocrítica saludable que esta haya aprendido y consecuentemente utilizado, para darse cuenta de su probable error hacía el otro.

 

No es responsable aquel individuo, que deja de aportar algo que le perjudica a otro que no valora de forma equilibrada el aporte, lo peor de todo es que en ocasiones esto ocurre de forma contraria, si, se responsabiliza al individuo exclusivamente, no siendo consciente de que no está obligado a seguir, si está agotado de dar, recibir daño y no tener en cuenta su esfuerzo.

 

Con estas experiencias, es natural que las personas, tengamos tanto miedo a hablar de lo que deseamos y nos atrevamos a rechazar peticiones, ya que en muchas ocasiones, el rechazo se hace real, lo que lleva a la persona que “aportaba” y ha decidido dejar de hacer, a culpabilizarse y a no comprender como el otro, después de “todo” le rechaza.

 

El ambiente es muy difícil cambiarlo cuando se acude a terapia, si es más fácil entrenar asertividad, enriquecer autoconcepto y mejorar autoestima. Aún con este trabajo realizado, el individuo no es responsable del comportamiento del otro, e injustamente podemos volver a experimentar situaciones que nos harán daño, ya que una decisión drástica de no relación, nos llevaría a síntomas depresivos y/o de ansiedad, más insatisfacción constante más un escudo protector de no daño, pero tampoco de placer y/o bienestar.

 

Ni una extrema protección es saludable, ni una ausencia de protección, es preciso valorar hasta donde y de qué manera, según nuestros deseos y derechos.

Sin comentarios

Añadir un comentario